17 de agosto, Día del Libertador San Martín

                  17 de agosto:Palabras Alusivas del Profesor Juan Cristaldo en el Acto de C.E.P. Nº 15

  1.  Homenaje al Libertador San Martín
    Dice el poeta, “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia…”, esto viene a cuento por el recordatorio que hoy nos convoca, el de uno de esos personajes que como Manuel Belgrano dieron todo por este país, y en muchos casos debieron asilarse, casi huyendo, en otro lugar,

    muy lejos de donde habían dejado sus mejores años, su fama y fortuna. Hoy recordamos el 162 aniversario del paso a la gloria eterna de Don José Francisco de San Martín…
    San Martin nació en Yapeyú, actual provincia de Corrientes el 25 de febrero de 1778 antigua reducción jesuita sobre el río Uruguay. Sus padres de crianza fueron Don Juan de San Martín, y Doña Gregoria Matorras, pero estudios recientes dudan de este origen y lo relacionan con su nodriza o madre de amamantamiento, una aborigen llamada Rosa Guarú Cristaldo. Todavía están pendientes en la justicia federal desde el año 2001 pedidos para efectuar el examen de ADN que dilucide esta cuestión. Grupos de estudios sanmartinianos se niegan a realizarlo así como sectores políticos de nuestro país. El punto es saber si San Martín tenía en sus venas sangre guaraní, aunque eso es un tema menor al lado de su inmensa obra.
    Desde los trece años tuvo que pelear en campos de batalla, y su mejor juventud la pasó defendiendo los intereses de España… pero nunca olvidó su tierra y así lo hizo saber a los integrantes de la Logia Lautaro, grupo secreto que desde Gran Bretaña buscaba la independencia americana, allí conoció y aprendió de los mejores hombres americanos. Con una excusa pidió licencia del ejército español, y se dirigió a Londres desde donde en 1812 partió para el Rio de la Plata. Apenas llegó se puso a la obra en la realización de lo que sabía hacer… planificar, entusiasmar, convencer. Y creará uno de los orgullos militares de los argentinos, el Regimiento de Granaderos a Caballo, guardia de honor de todos los presidentes argentinos. Y desde ese punto de inicio no parará hasta concretar el plan que había jurado cumplir en Londres en 1811, con sus amigos de la Logia Lautaro: “Libertad e Independencia para América”. Todas sus acciones, desde la batalla de San Lorenzo hasta la independencia del Perú, seguían este objetivo supremo, expulsar a los españoles del continente. En 1816 pedirá a las autoridades que sancionen la independencia porque no quería ser general de un ejército rebelde sino de uno de hombres libres, “"estos gallegos creen que nuestras bayonetas ya no cortan ni ensartan, vamos a desengañarlos si nos falta dinero y uniformes vamos a pelear desnudos como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa nada". El cruce de la cordillera de los Andes es un ejemplo de esta bravura, en la acción más valiente que recuerde la historia nacional: El 12 de enero de 1817 se inició el Cruce de los Andes en dirección a Chile. El Ejército de los Andes fue uno de los dos grandes cuerpos militares que las Provincias Unidas del Río de la Plata desplegó en la Guerra de Independencia Hispanoamericana; contó inicialmente con 3 brigadieres, 28 jefes, 207 oficiales, 3.778 soldados (incluyendo a parte de los oficiales y soldados chilenos que emigraron a Mendoza después de la batalla de Rancagua), 1.200 milicianos montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 baquianos, 47 miembros de sanidad (para el hospital de campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de 6", 2 obuses de 4 1/2" y 4 piezas de montaña de 4"), 15 empleados civiles, 1.600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9.281 mulas (7.359 de silla y 1.922 de carga). Todo a una altura de entre 2mil y 4mil metros de altura, con temperaturas inferiores a los 10 grados bajo cero en las noches. Con mate cocido y charque como comida principal, y una úlcera implacable que lo atacaba siempre. Y sin embargo no se quejó nunca.
    Esa misma fiereza la pondrá en práctica encabezando el mismo los ataques dando el ejemplo. En el parte previo a la batalla de Chacabuco en 1817, ordenará el frente de ataque y la designación de un grupo especial que desde la retaguardia “sablee a los desertores que se atrevan a huir del combate”. Así fue el nivel de decisiones que debió tomar. La misma que lo obligó a retirarse de la lucha en Guayaquil, entregando su obra a Don Simón Bolívar, y decidiendo ir al exilio luego, debido a la falta de apoyo de las autoridades argentinas para continuar su trabajo. No pensaba desenvainar su espada por peleas entre hermanos - las luchas políticas entre unitarios y federales- las mismas que atrasan a nuestro país hoy.
    Lo que debió hacer, lo hizo con fuertes convicciones: lealtad, honestidad, profesionalismo y también humildad. La misma que leemos en las recomendaciones que hace a su hija Mercedes cuando crecía: “Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira”, “Estimular en Mercedes la caridad con los pobres”, “Que hable poco y lo preciso”, “Amor al aseo y desprecio al lujo”, “Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad”.
    El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde falleció el general, en un pueblo de Francia llamado Boulogne Sur Mer. Extrañamente el reloj de la casa se paró a esa hora… y en el cielo de los valientes, honestos y justos, entraba Don José Francisco. Así es que entonces, la verdadera historia la escribió un muchachito amamantado por una india guaraní, que con coraje nos mostró el camino: “seamos libres y lo demás no importa nada”. 
    Enlace recomendado por el prof, Cristaldo:.http://www.pagina12.com.ar/especiales/sanmartin/pag07.htm

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